Empezamos un nuevo año lleno de esperanzas y proyectos. Es cierto que con los nubarrones amenazadores de la COVID-19 que tanto están influyendo en nuestras vidas. Hay un antes y un después de la dichosa pandemia. Nuestras vidas y la sociedad han experimentado un cambio radical, pero no dejemos que un virus cambie también nuestra forma de comenzar el año.
En primer lugar, no perdamos la esperanza de que todo puede mejorar, de que nosotros podemos contribuir, con nuestro compromiso, a hacer un mundo más sostenible, una sociedad más acogedora y solidaria, más justa y pacífica. De nosotros depende prolongar durante todo el año ese espíritu de la Navidad. ¿O es que solo toca ser buenos, alegres y felices los días de la Navidad? ¿Y el resto del año? Es precisamente, en estos momentos de dificultad cuando más necesitamos los unos de los otros, cuando tenemos la oportunidad de vivir la fraternidad más verdadera.
En segundo lugar, nadie nos quita de tener vivos nuestros sencillos proyectos, aunque estén limitados al ámbito del hogar: lectura, ejercicio, jardinería, cocina, bricolaje, pintura, música etc.
Por último, por muy mal que vayan las cosas, no perdamos nunca la esperanza de que Dios nos ama. En lo más profundo de todos nosotros hay un rinconcito sagrado donde podemos retirarnos y encontrar un poco de paz, silencio y consuelo en medio del cansancio, la dificultad y las preocupaciones.
Que a lo largo de todo el año mantengamos viva la esperanza y que nuestra vida se convierta en un camino iluminado por las estrellas que forman ese bonito árbol de la felicitación. ¡Que seamos también nosotros estrellas para los demás!
Que la Virgen Blanca nos un bendiga y para todos,
¡FELIZ AÑO NUEVO!